En un escenario similar al anterior, la inteligencia artificial ha asumido la mayoría de las tareas cognitivas y manuales en las empresas, dejando a los empleados humanos en roles que requieren interacción directa, como ventas, representación corporativa y relaciones públicas; es decir, como los «rostros» visibles de la organización.

Sin embargo, a diferencia del escenario previo, en este futuro la IA no opera de forma completamente autónoma. Según McKinsey, la expansión de la IA daría lugar a nuevas funciones laborales. Por un lado, surgirían roles como formadores y especialistas en entrenamiento de IA, encargados de enseñar y optimizar estos sistemas. Por otro lado, analistas y científicos de datos seguirían siendo fundamentales para interpretar la creciente cantidad de información generada, colaborando estrechamente con la inteligencia artificial (McKinsey, 2017).

Esta dinámica genera una división clara en la fuerza laboral. Por un lado, se encuentran los profesionales visibles que interactúan con el público -el «front» de la empresa–. Y por otro, los trabajadores que operan en segundo plano, apoyando el funcionamiento de la IA -el back-, sin que existan prácticamente roles intermedios.